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    ENTRE ESOS TIPOS Y YO HAY ALGO PERSONAL

 

LAS PALABRAS LARGAS O CÓMO RECONOCER A UN BURÓCRATA

La mejor manera de evadir una respuesta apropiada a la pregunta directa de un profesor consiste en contestar con términos abstractos, sumar subordinadas adjetivas o adverbiales a los núcleos que quedan olvidados entre tanta maleza verbal, o agregar frases modalizadas del tipo “podría ser”, “es probable que”, “algunos tienden a considerar que”; y las muletillas consabidas: “de alguna manera”, “en alguna medida”. Total: no se dice nada, nadie se hace cargo, todo queda en el aire, te la debo.

Ejemplo: esta ondulante frase de una politóloga que está en el candelero: 

“Hay un modelo discursivo vacunatorio decisional bastante novedoso que empieza a aparecer”. 

Veamos. “Modelo discursivo”: ¿? Y “vacunatorio”. Supone que hay un matrimonio teórico lingüístico y científico ya elaborado que se presenta como norma para el pensamiento ¿de quiénes? Es “modelo” pero “bastante novedoso”, es decir, es un “modelo” no difundido todavía. Sin embargo, es “decisional”, toma resoluciones. Pero además “que empieza”, es decir, va a divulgarse. Conclusión: algo que todavía no sabemos qué es ya existe, ya es modelo, ya es decisional y ya se está esparciendo. Y todo esto en torno a las vacunas, una realidad muy concreta en estos días.

Se sabe: cuanto menos se resuelven los problemas o poco se conoce cómo hacerlo más se extienden las palabras. Vanos circunloquios a los que los personajes públicos (los funcionarios, particularmente) son propensos: ellos no cumplen, cumplimentan; no tienen un fin, tienen una finalidad; Tampoco intenciones, sino intencionalidades. No concretan, concretizan. No salen de noche, sino que disfrutan de la nocturnidad. No se contagian los virus, sufren contagiosidad. Jamás siguen las normas, pero te aplican la normatividad. No entran, hacen entrada; no valoran, ponen en valor; no señalan, señalizan; sus usos no son diferentes o distintos, son diferenciados; lo que dicen no tiene significado, tiene significación. Nunca han instituido, han institucionalizado. No se ubican, se posicionan. Ustedes seguramente sumarían muchos más casos y, si ya han acuñado algunos, les pido que me los manden (o, como ellos dirían: solicito que tengan a bien, de ser factible, enviármelos).

Se dice que la lengua es poder. En este caso, lo dudo. Es una flagrante pérdida de tiempo escuchando palabrería que no conduce a ninguna parte. Como señala Álex Grijelmo, un experto en estos temas, los términos kilométricos intentan confundir al destinatario y dejarlo anodado frente a un lenguaje de alguien que se cree superior por el solo hecho de estar del lado de los que mandan.

Recordemos: somos usuarios del lenguaje. No arribistas. Son ellos los burócratas los que hablan una lengua extraña. O porque tienen tiempo que perder, o porque hacen tiempo mientras hurgan entre sus pocas ideas a ver cuál le puede ser útil, o porque son mentirosos compulsivos, o porque necesitan manipular a la gente para demostrar que son más importantes de lo que parecen ser. “Parecer” es la palabra de paso del charlatán.

Yo creo, más bien –y con esto termino–, que estos fulanos de lengua larga en algún momento ingresaron a una dimensión que me es desconocida y de la que estamos ellos y yo separados no sólo por las palabras. ¿Y ustedes?

  

Comentarios

  1. ¡Muy bueno! Lo había advertido sin tomar conciencia de la dimensión que le das. Preocupada por la ¿nueva normalidad? O ¿novedosa normatividad? Jajaja.

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    1. jajaja Ahora cada vez que uso alguna de esas palabras, que a veces ocurre, me reto a mí misma

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