POP UPS 17
La mejor manera de evadir
una respuesta apropiada a la pregunta directa de un profesor consiste en
contestar con términos abstractos, sumar subordinadas adjetivas o adverbiales
a los núcleos que quedan olvidados entre tanta maleza verbal, o agregar frases modalizadas
del tipo “podría ser”, “es probable que”, “algunos tienden a considerar que”; y
las muletillas consabidas: “de alguna manera”, “en alguna medida”. Total: no se
dice nada, nadie se hace cargo, todo queda en el aire, te la debo.
Ejemplo: esta ondulante frase de una politóloga que está en el candelero:
“Hay un modelo discursivo vacunatorio decisional bastante novedoso que empieza a aparecer”.
Veamos.
“Modelo discursivo”: ¿? Y “vacunatorio”. Supone que hay un matrimonio teórico
lingüístico y científico ya elaborado que se presenta como norma para el
pensamiento ¿de quiénes? Es “modelo” pero “bastante novedoso”, es decir, es un “modelo”
no difundido todavía. Sin embargo, es “decisional”, toma resoluciones. Pero
además “que empieza”, es decir, va a divulgarse. Conclusión: algo que todavía
no sabemos qué es ya existe, ya es modelo, ya es decisional y ya se está esparciendo.
Y todo esto en torno a las vacunas, una realidad muy concreta en estos días.
Se sabe: cuanto menos se
resuelven los problemas o poco se conoce cómo hacerlo más se extienden las
palabras. Vanos circunloquios a los que los personajes públicos (los
funcionarios, particularmente) son propensos: ellos no cumplen, cumplimentan; no
tienen un fin, tienen una finalidad; Tampoco intenciones, sino intencionalidades.
No concretan, concretizan. No salen de
noche, sino que disfrutan de la nocturnidad.
No se contagian los virus, sufren contagiosidad. Jamás siguen las normas, pero te aplican la normatividad. No entran, hacen entrada; no
valoran, ponen en valor; no señalan,
señalizan; sus usos no son diferentes o distintos, son diferenciados;
lo que dicen no tiene significado,
tiene significación. Nunca han instituido, han institucionalizado. No se
ubican, se posicionan. Ustedes
seguramente sumarían muchos más casos y, si ya han acuñado algunos, les pido
que me los manden (o, como ellos dirían: solicito
que tengan a bien, de ser factible, enviármelos).
Se dice que la lengua es
poder. En este caso, lo dudo. Es una flagrante pérdida de tiempo escuchando palabrería que no conduce a ninguna parte. Como señala Álex Grijelmo,
un experto en estos temas, los términos kilométricos intentan confundir al
destinatario y dejarlo anodado frente a un lenguaje de alguien que se cree
superior por el solo hecho de estar del lado de los que mandan.
Recordemos: somos usuarios
del lenguaje. No arribistas. Son ellos los burócratas los que hablan una lengua
extraña. O porque tienen tiempo que perder, o porque hacen tiempo mientras
hurgan entre sus pocas ideas a ver cuál le puede ser útil, o porque son mentirosos
compulsivos, o porque necesitan manipular a la gente para demostrar que son más
importantes de lo que parecen ser. “Parecer” es la palabra de paso del
charlatán.
Yo creo, más bien –y con
esto termino–, que estos fulanos de lengua larga en algún momento ingresaron a una dimensión que me es
desconocida y de la que estamos ellos y yo separados no sólo por las palabras. ¿Y ustedes?
¡Muy bueno! Lo había advertido sin tomar conciencia de la dimensión que le das. Preocupada por la ¿nueva normalidad? O ¿novedosa normatividad? Jajaja.
ResponderEliminarjajaja Ahora cada vez que uso alguna de esas palabras, que a veces ocurre, me reto a mí misma
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