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Mostrando entradas de febrero, 2021
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POP UPS 28                                                        LAS MÁQUINAS DE LEER Lo conocí a Borges y me dijo dos cosas esenciales: "No se puede ser profesora y escritora al mismo tiempo. Son tareas incompatibles". La segunda: "Si elige ser profesora, procure que sus alumnos se vayan de su clase con ganas de seguir leyendo". Cuando buceo en sus ensayos, sobre todo, los que reúne en Otras Inquisiciones , no dudo de que leer y hacer leer constituyen su centro vital. Y me contagia. Por eso, leer a Borges me recuerda a las máquinas de lectura. Esta increíble herramienta que ves en la foto, tiene 300 años y permite a un investigador tener 7 libros abiertos al mismo tiempo. Está expuesta en la Biblioteca Palafoxiana en Puebla, México.   Es la expresión material del procedimiento borgeano: un libro lleva a otro libro, que lleva a otro, que lleva a otro. 77 veces 7 libros, como perdones hay en el Nuevo Testamento. Siete: número cabalístico que simboliza todo e
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  POP UPS 27       Yo soy el hombre invisible o Los archivos del silencio                                                 De nuevo Sarmiento, Borges y Piglia En 1974, la periodista María Ester Gilio entrevistando a Borges lo acusó de mantenerse al margen de los dilemas de la sociedad. El reportaje apareció en la revista Crisis , que contaba con un staff de redactores que sostenían “un discurso nacional, popular, latinoamericano, antiimperialista y revolucionario” –según Pampín y Colussi- y que encontraron una marca en el borramiento de los límites entre la “baja” y “alta” cultura. El autor de El aleph encarnaba, en efecto, al antimodelo del intelectual orgánico sostenido por esta publicación. Dice: “No tengo la vanidad de creer que puedo resolver los problemas de mis contemporáneos. Mi escepticismo me impide crearme obligaciones al respecto”. Y ayuda a colocarle título a la nota cuando termina confesando: “Yo quisiera ser el hombre invisible”. En otra entrevista de 1984 para Tie
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  POP UPS 25                                                                       EL CNBA, PIGLIA Y SARMIENTO                                                        FRAGMENTOS DE UN DISCURSO VISUAL   En 2012, como Vicerrectora del CNBA, estuve a cargo del Acto en Homenaje a Domingo Faustino Sarmiento, por el día del Maestro. Se me ocurrió convocarlo a Ricardo Piglia para que le hablara a los chicos de quinto año. ¿Por qué lo hice? Por tres motivos. Primero, era una tradición invitar a personajes de envergadura pública a los Actos en el Colegio de la Patria (“Colegio de la Patria” suena retumbante, pero hubo un tiempo en que el Colegio sentía orgullo -o vanidad- de su historia, sus profesores, sus alumnos, sus ex alumnos). Segundo, me parecía injusto que, en los últimos años, profesores a cargo del discurso tuvieran palabras críticas y hasta agresivas contra Sarmiento. Fue así: lo que se pensaba como un homenaje terminaba en una denostación. Y a mí Sarmiento me inspira. Tercero
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  POP UPS 24                                                                 EL CNBA, CORTÁZAR Y YO En 1984, me hice cargo de las primeras cátedras que tuve en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Recuerdo con precisión el día: 29 de agosto. Yo acababa de cumplir 24 años y estaba llena de miedo. Como dijo en estos días la actual rectora, el Colegio era “muy grande” y mis alumnos de quinto año todos mucho más altos que yo. Mi Jefa de Departamento era en ese entonces Edith López del Carril, de la que aprendí todo lo que significaba estar allí. Distante al principio y extremadamente exigente, iba a supervisar mi clase todas las semanas. Dada mi juventud, sospechaba que la situación iba a desbordarme, sobre todo porque eran épocas turbulentas. La democracia reiniciaba y los grupos políticos estudiantiles daban batalla sin pausa. Había que sobrevivir, de verdad. De hecho, había llegado yo para reemplazar a un profesor que de un día para otro había abandonado las dos divisiones del turno
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  POP UPS 22                           CALLEJONES ESCONDIDOS EN LOS ESTANTES DE MI BIBLIOTECA Limpio mi biblioteca una vez cada tres o cuatro meses. Me gusta tener ese contacto físico con los libros. Los saco de los estantes, los apilo, les limpio con una gamuza las tapas y con un cepillito saco el polvo que se acumula entre las hojas. Esto me lo enseñó mi profesora de la facultad, de la que era ayudante de cátedra: doña Elena Juncal; quien fue, además, la mejor directora que tuvo la ejemplar Biblioteca del Colegio Nacional de Buenos Aires. En esta, una vez recibimos a Alberto Manguel, quien bajó por una escalera de caracol que conduce a la Sala del Tesoro y que está oculta a los alumnos. Allí encontró una revista estudiantil de la que se conservaban algunos pocos números y en la que estaba publicado un poema suyo. Al infinito: mi biblioteca me lleva a Juncal, que me lleva al CNBA, que me lleva a Manguel, y que casi me lleva a Gianni Vattimo. Pero son muchas historias para un sol