MUJERES INSPIRADORAS. VICTORIA OCAMPO
VICTORIA OCAMPO (Buenos Aires, 1890-1979)
CONTRA
VIENTO Y MAREA
“Tengo la impresión
dolorosa de haber pasado un año trabajando en el desierto. No sé qué les parece
la revista a las gentes de quiénes más me importa (…) No se imagina usted lo
mucho que he trabajado contra viento y marea”, se queja Victoria Ocampo en una
carta a María de Maeztu –educadora española que defendió a ultranza los
derechos femeninos-. Habla de la revista Sur
y el destrato que ha recibido de la crítica la “Gioconda de la Pampa”, como la
llama Ortega y Gasset; “la india de las flechas envenenadas”, según el
despechado Keyserling. Única mujer que dio el presente, en 1945, en el Juicio
de Núremberg –donde fueron juzgados los nazis por sus crímenes horripilantes– y
primera en Argentina en convertirse en académica de Letras, fue una máquina de
crear y concretar proyectos. Su linaje y su dinero le abrieron puertas y pudo
financiar una revista y una editorial que difundieron sus iniciativas respecto
de la literatura y el arte, de impactante renovación. Ella hizo publicar las
primeras traducciones al español de escritores en lengua extranjera que
hicieron escuela y despabiló a su país solventando la invitación de
personalidades internacionales como Tagore, Caillois o Stravinsky. Fue recibida
en el mundo por Jung, Huxley o Virginia Woolf. Sur es, quién lo duda, de “los que han venido a América y de los
que son de América (…) América es un país por descubrir y nada nos incita más
al descubrimiento, nada nos pone más en el rastro de nuestra verdad como la
presencia, el interés y la curiosidad, las reacciones de nuestros amigos de
Europa”. Así le dice a Waldo Frank, cuando explica el nombre de la publicación,
que fue acompañado por un logo “clavado con una flecha en la tapa”. Sin
embargo, algunos extranjeros sólo la veían como una “sudamericana ricachona” y entre los propios era una “burguesa ganadera”. Muchos, de hecho, la usufructuaron
como Mecenas, a tiempo que la perseguían por el diseño “fuera de tono” de las
casas en que vivía y que hoy son reverenciados museos culturales: “Villa
Ocampo”, en Mar del Plata, fue vista como un desafío para el estilo del
balneario; la construcción de su otra casa en Barrio Parque, en la Ciudad de
Buenos Aires –obra del celebrado Alejandro Bustillo– fue intervenida por una
comisión municipal “en nombre de la belleza humana”. Dignatarios de la Iglesia
Católica la declararon persona non grata
por ser amiga de “comunistas” como Malraux o de “enemigos”, como Krishnamurti.
En su revista, hubo lugar para
diversas posiciones ideológicas. Así dejó escuchar las voces de Gide, Thomas Mann,
Sartre, Eliot, Claudel, Heidegger, Pound, Camus, D. H. Lawrence, Octavio Paz,
Sábato y Onetti, entre muchos otros. Fundadora de un espacio intelectual,
Victoria buscó también construir “un cuarto propio” en que la mujer pudiera
pensar por sí misma a solas y darle sentido a su vida; ampliar su formación y
elegir una profesión, una pareja; ser libre y poder expresarlo. La Fundación de
la Unión de Mujeres Argentinas que llevó a adelante junto a su amiga María Rosa
Oliver y “fabriqueras y empleadas” –como expresaron, horrorizadas, señoras de
alta clase- fue creada para la defensa de los derechos políticos y civiles, el
desarrollo cultural de la mujer, el amparo a la maternidad, la prevención y
protección de la mujer frente a la prostitución. Pero no para
candidatearse a cargos políticos ni hacer publicidad de nadie que estuviera en
el candelero. De Sarmiento se dijo que sus libros son formas de la acción.
Victoria hizo de la acción su lectura de cabecera. Como los tertulianos que la
rodeaban en su revista, ella también necesitó escribir. Educada por su
institutriz en francés desde la más tierna infancia, lo hace originalmente en
esa lengua para después ser traducida. No podemos decir que haya abierto un
camino, como sí su hermana Silvina, para la escritura de género en argentino.
Pero tuvo una prosa vibrante, usó la anécdota directa, el tono espontáneo y
llegó al interlocutor de manera inmediata. Ejemplos son su Autobiografía y Testimonios,
que todavía reclaman un lugar justo en la literatura nacional (si es que ella
hubiera estado a gusto con esta categoría). Borges y Bioy no la prefirieron. Como
mujer ni como escritora. Vieron que su amistad de hombres reflexivos se veía
amenazada por un espíritu demasiado inquieto de novedades y tremendamente
inclinado a los hechos concretos. No importa. A todos nos legó una revista
crucial para la crítica de literatura y arte que sobrevivió 40 años, instaló la
traducción como género, divulgó el ensayo filosófico o político, multiplicó
escrituras ficcionales y polémicas de todo tipo. En su última etapa, abundó en
revisar la historia de la mujer, su condición en las sociedades primitivas y contemporánea,
sus derechos, su educación, el matrimonio, la emancipación, su manifestación en
el arte; además, publicó encuestas a mujeres anónimas y de la cultura como
Alejandra Pizarnik, Norma Aleandro, María Luisa Bemberg, Odile Baron Superville
o Milagros de la Vega. En más de un aspecto se asemeja a otra porteña adorable
y mujer insurrecta: María Sánchez de Thompson, en cuya casa aristocrática de la
actual calle Florida de Buenos Aires se estrenó el Himno Nacional Argentino y
que trabajó para dignificar el papel intelectual de las mujeres en su tiempo, a
las que se prefería sumisas y, sobre todo, mudas. O a las continuadoras de Mariquita en
Argentina: Eduarda Mansilla y Juana Manso, escritoras y educadoras también de
mujeres. Victoria se habrá mirado seguramente en esos apuntes de vida: de
espaldas al siglo XIX y en un mundo que seguía siendo de los hombres, audaz y
cosmopolita, entró en la nueva era. Codiciosa de información y de genio
creativo, impulsiva y proteica, pudo sorprenderla la saga de mujeres singulares
y necesitó repetirla.
Chapeau, Silvina, como siempre. Admiro a Silvina Ocampo y te admiro, aunque esto último ya es tan sabido... Gracias, maestra. Un abrazo.
ResponderEliminarMaravillosa Silvina! Todas la amamos.
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